El mundo clasifica…
Estamos en un mundo que se empeña en clasificar y etiquetar… nos clasifican, nos clasificamos…
Esto es bueno, esto otro es malo. Ese niñ@ es buen@, ese otr@ es mal@… Y crecemos con el “bien” y el “mal” grabado a fuego…
Oigo mucho a papás y mamás decir a sus hij@s “pórtate bien” o “qué mal te estás portando”. Bien, mal… ¿Y qué es “bueno” y qué es “malo”? ¿Quién lo decide? Si me pongo en el lugar de un niño y me dicen que me porte “bien”, seguramente mi “bien” de niño tendrá poco, o nada, que ver con el “bien” del adulto… ¿no crees?
Nos preguntan todos los días, y varias veces: “¿Cómo estás?” Y la respuesta casi automática es “Bien”… y, por lo general esa es la respuesta esperada…
Bien y mal…
“Bien” y “mal”… qué palabras tan usadas… pero… ¿no te parecen vacías? Cuántas veces decimos que estamos “bien” sin ni siquiera ser conscientes de cómo estamos en realidad…. Y cuántas veces decimos (o pensamos) “mal” también por impulso, sin conectar verdaderamente con lo que nos pasa…
Me propongo, y te propongo, dejar las palabras “bien” y “mal” a un lado y utilizar otras palabras de nuestro riquísimo vocabulario, palabras que nos conecten con nosotros y estén más llenas de significado…
Si hoy, ahora, te pregunto, ¿Cómo estás? …¿Qué me contestarías que no fuera ni “bien” ni “mal”? Toca pensar, verdad? Pues no pienses… cierra los ojos, observa tu cuerpo y tu respiración, y, obtendrás la respuesta…. ¿Cómo estás?
Cuando estoy en terapia con mis clientes, muchos vienen con sensación de que están “mal” y que tienen que cambiar algo para estar “bien”… Seguro que tú, en más de una ocasión, te has sentido “mal” y has querido huir de esa sensación para sentirte “bien”… Tod@s caemos en esa “trampa de la mente”… Déjame decirte algo… el estar “bien” suele estar muy sobrevalorado… estar “bien” o estar “mal”, no significa mucho….
Yo intento ir siempre un poco más allá del “bien y del mal”. Ese “mal” con el que te describes y te identificas es un juicio (una etiqueta dolorosa) hacia ti mism@ basado en tu experiencia, en tus creencias… Y no me malinterpretes… sé que lo que sientes duele… pero que duela no significa que esté mal! Si te dejas sentir un poco más, entras en ti, en las sensaciones de tu cuerpo, en tu respiración… ¿qué sientes? Te darás cuenta de que ese “mal” tiene muchos colores, tonalidades, formas… Quizás sea un vacío en el estómago, un dolor de cabeza, pesadez en las piernas, confusión, tristeza, miedo… Siéntete… respírate… con lo que haya…
No te pelees con lo que hay…
No te pelees con lo que hay, solo respira…Si yo hubiera vivido tu vida con tus mismos zapatos: hubiera nacido en tu familia, crecido con tus hermanos, y hubiera pasado por lo que tú has pasado… estaría diciéndome lo mismo que tú te dices, cometiendo tus mismos “errores”, y con la sensación de “estar mal”… así que lo has hecho lo mejor que has podido o sabido…. no te pelees con eso…
La vida nos lleva hacia lugares que ni nos imaginamos…algunos nos parecen agradables desde el primer momento, otros son dolorosos… Tanto lo agradable como lo doloroso es necesario para tu evolución y crecimiento… no está ni bien ni mal… La vida, tus decisiones (te parezcan más o menos acertadas) son perfectas para ti. Lo que consideras “malo”, acéptalo, ámalo… quizás ahora no te sea útil…pero seguro que en algún momento fue necesario, incluso me animaría a decir que, en su día, te salvó la vida…
Quizás hay cosas con las que cargas desde hace mucho, que hoy ya no te sirven, si es así… no las juzgues… esas cargas te las pusiste porque no supiste o no pudiste hacerlo de otra forma… eso no es malo… (ni bueno), si hubieras podido o sabido hacerlo de otro modo, ¿no lo hubieras hecho? Quizás eso, en el momento, te salvó la vida y te ha permitido llegar hasta aquí… Acéptalo… agradece y ámate por ello… No te pelees… no te machaques… respira…. La única manera de desapegarte de eso “malo” que crees que hay en ti, es amarte… Ámate con todo, incondicionalmente… ama tu luz y tu sombra… porque tú eres ambas… y ambas son necesarias para que puedas vivir tu vida plenamente…
Sabemos que hay luz porque hay oscuridad… sabemos que hay alegría porque conocemos la tristeza, sabemos que hay vida porque existe la muerte… Polaridades que nos dan fuerza e impulso… Ámalas, abrázalas… Ámate, abrázate…
Y respira….
Respira lo que hay… Ama lo que hay…
Y si duele demasiado, respira el dolor… y agradece que respiras… y ama tu capacidad de respirar y estar viv@…
Respira… De respirar a amar… no hay tanto…
Judith Benavent
¡Pero, ojo!
La alegría, como las demás emociones, también es positiva o negativa según su dosis!
Cuando no sentimos suficiente alegría, aparece la melancolía o la apatía, que no son estados especialmente saludables si se sostienen en el tiempo. Y si la sentimos en exceso, entramos en estados de euforia que pueden resultar también muy perjudiciales para nosotr@s! Voy a profundizar un poco más en esto porque quizás cueste entender el exceso de alegría como negativo para un@. Aquí va la explicación…
Cuando sentimos euforia (excceso de alegría), perdemos «la realidad» de vista, nos volvemos excesivamente optimistas y poco prudentes, e incluso, podemos actuar sin tener en cuenta los efectos o consecuencias de nuestros actos para los que nos rodean. Si recuerdas algún momento en el que hayas sentido euforia, seguro que puedes identificar esta sensación de que te pierdes de los que tienes al lado, dejas de empatizar con ellos y te desconectas de ellos porque no ves más allá de ti mism@ o del hecho que te conectó con esa emoción. Entonces, en lugar de compartir desde el corazón, desde lo más esencial, arrasas con el otr@… ¿Lo has sentido alguna vez? ¿Puedes reconocerlo en algún momento de tu vida?
Por ello insisto: Ninguna emoción es ni negativa ni positiva, todas tienen una función concreta que nos ayuda a regularnos en el loco y apasionante vaivén de la vida.
No te aferres a ninguna emoción. Déjalas venir, siéntelas, toma conciencia de ellas, integra…y suéltalas! Así darás espacio al fluir de la vida…
Y enlazando con este fluir de vida perpetuo, termino regalándote un hermoso texto de Mario Benedetti:
«Que llegue quien tenga que llegar,
que se vaya quien se tenga que ir,
que duela lo que tenga que doler…
que pase lo que tenga que pasar.»
Que así sea, así es…así será
Judith Benavent